miércoles, 30 de marzo de 2011

EN EL PAIS DEL AGUA. TEXTO DE JUAN CARLOS GEA .CATALOGO LOS CAMINOS DEL AGUA.GALERIA GEMA LLAMAZARES
















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EN EL PAÍS DEL AGUA
Hay artistas cuyo trabajo se parece bastante a
la construcción de mundos, a menudo en pugna con el
mundo en el que se vive cada día, y otros cuyo trabajo
consiste más bien en una forma particularmente intensa y
sensible de habitar el mundo que tienen cada día, como
un don, ante ellos. Guillermo Simón pertenece a esta última
categoría. Y esa condición tiene que ver, naturalmente, con
el privilegio de habitar un particular escenario cotidiano:
el territorio de la ría de Villaviciosa. Un hermoso país que
contiene todas las formas posibles del agua, desde la
bravura de la mar abierta hasta el agua soñolienta que se
cuela entre El Puntal y Rodiles y se va adentrando valle
arriba.
Pero lo esencial en este caso es el modo en que
se habita, pintándolo, ese país. No se trata, sin más, de
registrar mecánicamente su belleza natural, que por sí
misma suministra motivos para cualquier tipo de paisajismo
más o menos anecdótico y superficial (incluso el paisajismo
mental del mero ojo desnudo), sino de hacer ver cómo ese
paisaje exterior ofrece un espejo y un repertorio de imágenes
que sintonizan –que han sintonizado desde siempre- con
el paisaje interior de quien lo está pintando y, en última
instancia, de quien ve el cuadro. Al fin y al cabo, Simón es
un pintor romántico, en el sentido primordial y genérico de
que su pintura busca armonizar la vibración de lo interior y
lo exterior a través de la representación de una naturaleza
que participa por igual de esos dos ámbitos. Y el elemento
dominante en ese paisaje natural, en su caso, el agua; el
agente que modela el paisaje geográfico del estuario de
Villaviciosa de la misma manera que modela la sensibilidad
del pintor y los rasgos concretos de su obra.
Se puede decir, en consecuencia, que el agua
es el motivo constante del trabajo de Guillermo Simón,
aunque sería más exacto decir que es el medio de su
pintura; tanto como pueda serlo la propia materia pictórica.
O tanto como pueda constituir el medio en el que se
desenvuelve su propia vida. De ahí que toda su producción
pueda verse como un permanente trasvase –un trasiego,
en el sentido estricto- de la experiencia del paisaje a la
pintura del paisaje; pero no necesariamente mediante la
expresión de la subjetividad a través de la recreación del
escenario natural, sino por la insistencia en un elemento
común intermedio. El agua es disolvente, vehículo, potencia
configuradora. De ella bebe la sensibilidad del pintor y en
ella se diluye, en un personal y constante ciclo, tan circular
e ininterrumpido como el mismo ciclo del agua.
Desde ese principio invariable, las distintas etapas
del trabajo de Guillermo Simón pueden verse como un work
in progress de cartografía pictórica; el levantamiento de
un mapa gradual que va registrando poco a poco todo el
territorio físico de la ría de Villaviciosa y en el que se han
ido y se van sucediendo ubicaciones y escalas: desde el
registro casi al microscopio de la vida vegetal y los rastros
geológicos en las rocas de la costa y las aguas someras
hasta el paisaje abierto de aliento decididamente sublime,
que acoge los movimientos del océano y la atmósfera más
allá de la embocadura del estuario. Y ahora toca remontar
los caminos del agua hacia el interior, ría adentro, sin dejar,
no obstante, de mantener un ojo puesto en ese horizonte
cantábrico al que Simón se abrió decididamente en sus
últimas exposiciones individuales. En esta nueva muestra
conviven, por tanto, dos temas muy contrastados que, bajo
una cierta compulsión narrativa, podrían concebirse como
sucesivos: de una parte, las marinas tempestuosas, agitadas
por el oleaje o comprimidas bajo unos cielos inflamados cuya
turbulencia, más que a lo meramente borrascoso, remite a
algo de proporciones genesíacas, un mundo en formación (o
quizá en su colapso); de otra parte, la serie de obras más
directamente aludidas en el título, que comprende las piezas
más recientes y novedosas, panorámicas en los que el agua
se aquieta, se encauza en la sinuosidad de los meandros y
configura un melancólico mundo en calma (que bien podría
ser la calma tras aquellas tempestades).
Algo tiene que ver en el conjunto de todas estas
obras la experiencia de los temporales e inundaciones
que castigaron el pasado año algunas zonas de Asturias,
y que se hallan directamente aludidas en algunas de las
piezas de la primera serie. Aquí Simón se muestra más
arrebatadamente romántico, entregado a la expresión vis
a vis de lo sublime a través de un uso más enfático
y aparentemente aleatorio de la materia, repleto de
accidentes, salpicaduras, quebrantamientos de cualquier
asomo de figura que no sea la de lo informe por excelencia:
mar, cielo, horizonte. En alguna de estas piezas, bañadas
en platas, azules y rojos vibrantes, su trabajo alcanza
seguramente la cota más alta de comunión con maestros
remotos, como Turner, y otros recientes como Kiefer. Pero
ese dramatismo se vuelve sutileza, vaporosidad y misterio
en los caminos que el agua surca en sus obras más frescas;
aquellas que señalan, a su vez, el avance del pintor en su
propio camino. Simón mantiene en ellas el gran angular y
la amplitud de perspectiva de sus ciclos anteriores pero
eleva el punto de vista y por primera vez se aleja del nivel
del suelo y de la cota cero de las aguas para replicar
su paisaje nativo en una visión aérea, casi cenital. Desde
esa elevación, aparecen nuevas sugerencias geográficas y
una inédita lejanía que otorgan tanto protagonismo a la
atmósfera y al terreno –si se prefiere: al aire y a la tierra–
como el que tiene el agua.
Aunque, como siempre, sea el agua la que determina
el meollo del cuadro y su sentido; en esta ocasión mediante
la reiteración obsesiva del zigzagueo del meandro. Simón
define por vez primera en su relectura pictórica de la ría
una forma nítida, un perfil claro, un ritmo fijo y repetitivo,
por mucho que esa línea atraviese un territorio incierto,
pantanoso e impreciso. Es agua aquietada, quizá después
de un estallido de violencia destructiva que ha modificado
el territorio y finalmente ha resuelto un nuevo lecho. Agua
no canalizada desde fuera, no domesticada, sino mañosa
y paciente después de la impetuosidad de la crecida. Agua
sabia a la hora de encontrar por sí misma su lugar en la
irregularidad del terreno.
O dicho en términos más pictóricos: Guillermo
Simón ha puesto el agua a dibujar, ha permitido que lo
informe por naturaleza de su pintura se defina y cobre
forma, de manera análoga a lo que sucede cuando el
agua se acomoda en el cauce de un meandro. En estos
cuadros él, que está habituado a vérselas con lo proteico
y lo infinito, se enfrenta al vértigo opuesto: al de aquello
que adquiere figura y definición. No sólo en las aguas,
sino también en rasgos geológicos, improntas vegetales,
irrigaciones y capilaridades que se asemejan a las de
las vistas aéreas de los cursos del agua en la ría, y que
procura obtener no mediante métodos directos, sino con
los fluidos métodos del agua misma: lavados, reservas,
sustracciones, arrastres… También, en este caso, en las
obras de menor formato, acumulando barnices que fijan y
espesan el paisaje, remansando la pintura misma y figurando
mediante la propia densidad de la laca el aspecto de un
líquido estancado.
Y todo ello en paralelo, siempre, a su propia biografía;
al modo en que su cotidianeidad va acomodándose
simultáneamente, en forma de pintura, a la experiencia
del territorio de su amada ría tal como se le muestra en
el ir y venir diario a su taller en Selorio, a la altura del
pequeño puente de La Enciena –donde se hace visible uno
de sus caminos de agua predilectos- o, ya al borde del
Cantábrico, en el inagotable panorama desde los arenales
de Rodiles: los lugares en los que habita Guillermo Simón;
ese país de agua cuya conexión con su vida describe
estupendamente en el título de una de sus obras recientes:
Donde me habito.

J. C. Gea


http://www.lne.es/cultura/2011/04/21/vidas-hechas-pintura/1064509.html

miércoles, 9 de marzo de 2011

ARTE CONTEMPORÁNEO ASTURIANO EN LOS FONDOS DEL MUSEO DE BELLAS ARTES DE ASTURIAS.


OLEO SOBRE LIENZO. 180X180. OBRA COLECCIÓN MUSEO.GUILLERMO SIMON


MUSEO BARJOLA – Gijón. C/Trinidad, 17. 33201 Gijón (Asturias)
Del 10 de marzo al 12 de junio de 2011
Jueves 10 de marzo
12:30 h.
PRESENTACIÓN de la exposición a medios de difusión con asistencia del Comisario
Alfonso Palacio, la Consejera de Cultura y Turismo Mercedes Álvarez y del Director
General de Turismo y Patrimonio Cultural José Luis Vega.
19:00 h. INAUGURACIÓN de la exposición y apertura al público.


Jezabel Rodríguez Asperilla
Faustino Ruiz de la Peña
Avelino Sala
Fermín Santos
Guillermo Simón
Carlos Suárez
Cuco Suárez
Gabriel Truan
María Vallina
Javier Victorero
Luis Vigil

y hasta un total de 52 artistas.

Para más información:
http://www.elcomerciodigital.com/v/20110308/cultura/bellas-artes-visita-barjola-20110308.htmlG